viernes, 19 de febrero de 2016

PUB - CAP 5.- Danza primitiva



La mañana siguiente me pareció más fría de lo habitual, o mis miembros demasiado pesados para salir de la cama. Lo cierto era que mi cuerpo reaccionaba con la luz, despertando antes que mi conciencia y desactivándose cuando caía la oscuridad, por lo que quedarse hasta tarde por la noche era antinatural para él y un esfuerzo doble.

Ese día estuve entre permanentes escalofríos, poco antes de regresar al bar por la tarde, ansioso y nervioso, sin poder probar bocado y con el corazón latiendo irregularmente. Tenía suficiente experiencia como para reconocer los síntomas, pero no suficiente valor para aceptar plenamente lo que significaban. No era la primera vez que me sentía atraído por una persona del mismo sexo, pero sentía que con Yunnie era diferente.

Quizás porque yo mismo era ahora diferente. No quise pensar demasiado. Además, ¿Qué oportunidades tenía? Cuando fue la hora de partir, sentí un tirón de anhelo en su dirección.

Llegué una hora antes, decidido a dar un paseo y visitar a los patos para tranquilizarme. Los días eran cada vez más frías pues el invierno llegaba, arrastrando su capa helada por la ciudad. Cinco minutos antes de las 6, ya estaba en la puerta trasera del local. Creí que Junsu y Yoochun estarían por llegar, pero quien apareció fue Yunho. Mi corazón dio saltitos de felicidad. Sonrió, mirándome con algo de curiosidad.

-       ¿No has entrado aún?

-       Junsu y Yoochun no han llegado- dije confuso. Rió brevemente, con su voz rica y profunda. Se acercó a la puerta y la abrió con facilidad, haciéndome un gesto para que le siguiera

-       Creí que estaba cerrado!

-       Ellos suelen estar aquí una hora antes que nosotros. Si tienes frío, puedes entrar- dijo al ver que me frotaba las manos. Sonreí, agradecido del calor interior.

-       Estaba en el parque visitando a los patos, pero creo la próxima vez solo les daré un breve saludo- le aseguré, anhelando robar la calidez de sus manos. Yunho tenía manos algo grandes y dedos largos, que cada vez que las tocaba me habían envuelto en su calor. Me miró un Momento, y creí ver un temblor suave en sus ojos grises, pero apartó su mirada cuando Heechul entró por la puerta hecho un vendaval.

-       Mierda, malditos vagones llenos. Y ¿no pueden poner menos calefacción? Mi maquillaje está hecho un desastre... Y mi pelo! - lloriqueó, mirándose en el reflejo de la puerta del congelador- ¡No hay derecho!, ¿Quién respeta a los trabajadores que no pueden mantener un aspecto decente?

-       Estás precioso, bizcochito de azúcar. Solo retoca un poco tus ojos y será suficiente- intenté, acercándome al verle tan desconsolado. Me miró con un gesto de protesta.

-       ¿Y ahora me tiene que animar un inmigrante? Pero bueno, éste no es mi día... ¿Y a quién estás llamando bizcocho?

-       Eso es porque eres dulce como un bizcochito de azúcar- dije guiñándole el ojo con una sonrisa. Me soltó un “Cómo te atreves” y volvió a mirarse en el reflejo. Su leve sonrojo me indicó que había ganado la partida. Volví la vista a Yunnie, quien agitó la cabeza en silencio.

Parecía acostumbrado a escenas de ese tipo. Me quité el abrigo y lo colgué en el muro a su lado.

-       ¿Qué tal ayer por la noche? ¿Ha estado todo bien?- pregunté una vez que estuve cerca de él.

-       Sí, todo normal

Volvía a llevar una camiseta, esta vez de manga larga y en un tono Azul oscuro, que hacía resaltar sus ojos color miel. Era bueno ver que no era inmune al frío. Miró la Mochila que había dejado a mis pies.

-       Traje algo de ropa de cambio. Tal vez me quede un poco más esta noche- dije sin querer mirarle. Cuando alcé la vista, vi que sus ojos tenían ese temblor extraño que había notado antes - ¿Puedo guardarla en algún lugar?

-       Claro. Puedes poner tus cosas aquí- la tomó, llevándola a un armario pequeño que no había notado. Dentro habían algunas cosas que parecían de uso personal, más un botiquín. Al cerrar la puerta me dio un mirada profunda

-       Sigue en pie la oferta de llevarte a casa.

-       Si no te desvía de tu camino... Tampoco quiero que llegues a tu casa el año que viene - bromeé para disimular los irregulares latidos de mi corazón, que amenazaban con hacer estallar mi pecho. Sonrió con ganas, Mordiéndose el labio mientras sacudía la cabeza. Deseé ser yo quien se lo Mordiera.

-       Exagerado - murmuró, dándome otra mirada cálida e intensa.

-       ¿Qué tanto cuchicheáis allí? Dejad de perder el tiempo - protestó Heechul.

maquillaje corregido ya, dándose aires de grandeza, mientras se alejaba a cumplir sus obligaciones. Yunho y yo le miramos hasta que desapareció y nos reímos bajito.

-       No quiero pensar en lo que me espera en el baño- protesté mientras sacaba los productos de limpieza - ¿Sabes cuántas parejas han entrado allí anoche? Creo que dejé de contar cuando me acercaba al número cincuenta- Yunho me miró con gesto de disculpa - Lo siento, solo estoy sorprendido. ¿Es siempre igual? Me refiero... Ser gay significa ¿darle una probada a todo el que pasa? Sé que suena un poco Moralista, pero...

-       Supongo que es el ambiente. Este local es para encontrar gente y divertirse. Eso es a lo que viene la gente aquí- explicó con paciencia, sin mirarme. Supuse que contestaba a mis preguntas tontas ya que era nuevo en todo eso. Pareció pensar un Momento - Creo que personalmente no lo haría. Al menos no ahora. No puedo hablar por el pasado - dijo dándome una mirada apenada.

-       Lo siento, Yunnie. Suena como si estuviera haciendo juicios, sin tener una razón.

-       Eso no es verdad. Quieres conocer, aprender. Es razón más que suficiente. Está bien que hagas preguntas si las tienes.

-       ¿Aún las tontas e infantiles?- asintió con una sonrisa - Qué hay de las realmente pervertidas?

-       Esas son las más interesantes- se rió con ganas. Ver ese lado de yunnie me tenía en las tierras de la dicha y la gloria. Con gusto me hubiese quedado toda la tarde a su lado hablando, pero tenía que cumplir mis obligaciones.

-       Las iré apuntado en mi lista de “Yunnie responde” y te atacaré con ellas cuando menos te lo esperes. Estate preparado - le amenacé, antes de llevarme el cubo y los productos al baño. Lo último que oí fue su vibrante risa.

Tras la limpieza diaria, que me pareció algo más llevadera que la del día anterior, el tiempo pasó volando y pronto llegó la hora de cenar. Al igual que ayer, Yunho y yo salimos a buscar la comida, caminando en silencio, mientras disfrutábamos del aire fresco, mi corazón alegre por poder estar un poco más a su lado. Cuando llegamos al local y nos acercamos al mesón, noté que había un chico diferente al del día anterior.

Vengo por pedido para el Cassiopeia- dijo Yunnie una vez más. El chico nuevo le dio una mirada apreciativa, como quien observa un manjar suculento. Me molestó su descaro, pero al mirar a Yunho vi que le ignoraba por completo.

Claro, encanto, lo que quieras. Solo espera por mí- dijo con intención, dándole otro buen repaso antes de marcharse por la puerta trasera. ¿Por qué la gente siempre le trataba así? Las veces que había estado cerca de él en la puerta del bar, también le habían lanzado frases de ese tipo.

No es que fueran insultos, pero tenían un sabor tan intencionadamente malicioso, que no sabía como a Yunnie no le incomodaban. Quizás estaba acostumbrado.

-       No es justo- se me escapó decir. Él me miró con intriga. En ese momento, mi estómago se apretó tan dolorosamente, que sentí que me partía por la mitad. Me agarré al taburete más cercano para no caer y sentí una saliva amarga inundarme la boca.

-       ¿Jaejoong, estás bien?- oí su voz profunda cerca de mí. Alcé los ojos y me encontré con los suyos llenos de preocupación.

-       Sí- Intenté controlar mi cuerpo. Mi ansiedad me había mantenido al limite desde temprano esa mañana, y aunque creía que lo podía manejar, ahora parecía que estaba pagando las consecuencias. No me había sentido mal mientras limpiaba, pero mi cuerpo me exigía ahora la atención que no le había prestado el resto del día. Era un traidor- Estoy bien- intenté sonreírle. Cómo podía exponerme así frente a él? No cuando un guapo chico estaba del otro lado de la barra, ofreciéndose en bandeja a él, y yo ahí, tembloroso y agarrado al taburete.
No era justo. Lágrimas de rabia me sofocaron por un Momento.

-       Oye, estás pálido ¿Te encuentras bien?- oí una voz desconocida y supe que era el chico. Demonios, no quería hacer una escena y tener a toda la gente del local siendo testigos de mi enorme patetismo.

-       Jaejoong- susurró la voz suave de Yunnie, tan cerca que cosquilleó en mi piel y sentí su mano cálida tocar mi espalda. Me ayudó a estabilizarme y subir al taburete. Una vez allí, me sentí mejor para hablar.

-       Lo siento. Solo estoy fatigado. Me dolía un poco el estómago esta mañana y no comí demasiado- mentí. Yo sabía que mi ansiedad provenía de mis sentimientos por él.

Yunho me miró preocupado y en un gesto suave, me retiró un mechón de la cara. Luego volvió los ojos al chico.

-       Dame por favor una taza de chocolate caliente. Y unas rosquillas de canela. Apúntalas en la cuenta.

-       Pero, Yunnie- intenté protestar, pero me silenció negando con la cabeza. Sabía que los otros esperaban su comida y no quería generar gastos inapropiados, además de sentirme más ridículo de lo que ya me sentía. Como si supiera lo que pensaba, me dio una sonrisa cariñosa.

-       No te preocupes por nada. Y vamos bien de tiempo. Tómate el chocolate ahora y te comerás las rosquillas de camino- noté que su mano no había dejado mi espalda, prestándome apoyo y calor. Me sentí a salvo, patético y bobo, pero a salvo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que me había sentido así.

-       Gracias- le susurré, y no supe si me había escuchado. El chico puso una taza frente a mí. Era de chocolate que olía como el cielo, y un plato con dos rosquillas horneadas, grandes y jugosas.

Antes de que la saliva que inundaba mi boca cayera al suelo, me hundí en el tazón. Mi corazón y mi cuerpo dieron un salto de bienvenida al calor y la dulzura que venían de allí.

Creo que podría haberme tomado el contenido de un solo golpe.

-       Despacio- susurró Yunnie. Tragué más lento, tratando de saborear mejor. Realmente era la cosa más exquisita que había probado nunca, o eso hubiera jurado en ese Momento.

-       Ahh, oigo coros de ángeles cantar- dije cuando el tazón vacío golpeó la mesa.

Oí la risa hermosa y profunda de Yunnie- O quizás solo a un ángel de ojos Miel- pensé mirándole.

Me alargó una servilleta con una sonrisa. Me limpié, descubriendo con horror que tenía un bigote achocolatado. Y yo allí, tratando de seducir a mi guapo portero. Patético.

Envolvió las rosquillas en otra servilleta y me las entregó, cogiendo las bolsas de la comida.

-       He puesto mi número ahí. Por si te apetece hacer luego un pedido extra- dijo el descarado chico, asomándose por la barra para apuntar una de las bolsas, sonriendo en clara invitación.

Podía hacer un buen chocolate, pero era un bastardo sinvergüenza. Si hubiese tenido 15 centímetros y varios kilos demás, le hubiese enseñado una lección. Pero como no los tenía (ni los tendría, a menos que reencarnase) solo pude lanzarle una mirada cargada de odio, que ignoró por completo.

Para mi sorpresa y suerte, Yunho se volvió sin decirle una palabra, como si no existiera. Me quedé mirando su espalda fuerte y orgullosa, alejándose paso a paso, orgulloso a mi vez de que no cayera en la trampa superficial de su belleza vanidosa.

Yunho se merecía más, alguien que le amara y le valorara por quien realmente era, no que le quisiera como un trofeo para llevar a su cama, solo por su aspecto, sino que También protegiera su corazón. Alguien que apreciara su valor, su amabilidad, su calidez, todas las cualidades que poseía y que le hacían ser una persona excelente, no solo bello en su exterior, sino profundo y rico, lleno de matices y emociones que reflejaban su espíritu. Alguien... alguien como yo.

La certeza y aceptación de lo que sentía me golpeó en ese momento profundamente, y la sentí embargarme por completo cuando volvió la vista y nuestras miradas se encontraron.

-Patético- dijo la voz de mi demonio, que a mi pesar muchas veces tenía razón- Torpe y patético. En este mundo solo cuenta lo superficial. ¿Es qué no te has mirado al espejo, idiota? “A diferencia de ti, yo sí me preocupo por mi aspecto, chico raro”- recordé con la voz de Heechul. A quién quería engañar? Podía alimentarme de sueños todo cuanto quisiera, pero estos no se volverían reales. El mundo real era un sitio grande, feo y oscuro, que se tragaba a quienes no aprendían a luchar. Y yo ya tenía mi cuota de cicatrices y heridas de batallas anteriores. ¿Por qué agregar una más?. Me acerqué a él, quien abrió la puerta y salimos al exterior.

El frío me envolvió, esta vez junto con la oscuridad de mis demonios.

-       ¿Jaejoong?- oí de pronto una voz suave y profunda, como viniendo de muy lejos. En un flash volvió a mí el recuerdo de la noche anterior, de una tarjeta arrugada en su bolsillo, de una promesa de frenesí. Mi demonio herido se ocultó tras la malvada sonrisa de su máscara.

-       Qué suerte la tuya, Yunho. Tener ya planes para divertirte esta noche- Se detuvo en seco, mirándome con el ceño fruncido.

-       ¿Qué se supone que significa eso?- el enojo en su voz, reflejado en sus ojos, me hizo retroceder. No me atreví a hablar, solo apuntando a la bolsa. La miró y me miró de regreso. Había pena y decepción en su mirada.

-       Lo siento. En realidad no es mi asun...

-       No soy tan superficial. Pensé que tú lo entenderías- me cortó dolido, pasando de pronto a mi lado para caminar alejándose de mí. Me quedé helado.

La máscara se rompió en ese Momento. Corrí tras él, agarrándole del brazo lo más fuerte que pude para detenerle. Pensé que me costaría cada onza de mi fuerza, pero no fue así. Se detuvo al instante, pero no me miró, así que tuve que encararme a él.

-       Lo siento, Yunnie, perdóname. Soy... soy un estúpido. Pero... estaba tan enfadado- decidí ser honesto- Me Molesta mucho que cada vez que estoy contigo, parece que te llueven ofertas de sexo de todas partes- dio un bufido Molesto pero siguió sin mirarme.

-       No es que yo lo pida- le oí decir con voz profunda y herida. Solté su brazo, que aún tenía agarrado, intentando buscar sus ojos.

-       Lo sé. Bueno, no te conozco lo suficiente para juzgar, pero puedo decir que no eres un Frívolo inconsciente. El problema es que “yo” tengo prejuicios. No quiero aceptarlo, pero los tengo. Y no pude evitar que mi demonio escapara esta vez. Lo siento de verdad. No quise herirte, solo buscaba descargar mi enfado... Supongo que Heechul no es el único niño pequeño y mimado por los alrededores- eso le hizo sonreír. Por fin pude ver sus iris miel y noté que me comprendía.

Me acerqué un paso a él- Creo que eres una persona estupenda, y bueno, es verdad que no te conozco mucho, pero me gustaría hacerlo. Solo lamento que haya tantos idiotas que quieran llevarte a la cama solo porque eres guapo, y ni siquiera hacen el esfuerzo de ver que hay algo más en ti- Abrió la boca para decir algo pero se calló, dándome de pronto una sonrisa cálida que me hizo sentir tibio por dentro. Sus ojos también parecían iluminados, a pesar de que la noche ya caía implacable. Me perdí un instante en ellos.

-       Eso estaría bien- ante mi obvia confusión, sonrió- Conocernos.

No me lo podía creer.

-       ¿En serio?- No pude evitar sonreír como un idiota al verle asentir.

Volvimos a caminar lado a lado. Comencé a mordisquear mi rosquilla tras ofrecerle la otra

-       ¿Sabes? Podríamos quedar un día y podría mostrarte lugares de la ciudad que poca gente conoce. Por ejemplo, está el lago de patos que te decía esta tarde, en un parque no lejos de aquí. Y un jardín de rosas que tiene una enorme variedad de ellas, aunque ahora no es época de que florezcan. Ah, y una tetería marroquí cerca del centro. Hay una copia del Corán a la entrada, accesible al público. Tienen hermosos tapices bordados en los muros y cómodos cojines en el suelo, sobre los que puedes tumbarte y disfrutar de la vida. Es genial para recargar el cuerpo después de un día agitado- le aseguré contento.

Por fin tenía a alguien con quien compartir los oasis de paz que había ido descubriendo poco a poco- Me encanta la idea de poder Mostrarte todos mis rincones secretos.

-       ¿Es esa una proposición?- sonrió alzando una ceja, su voz rica y masculina.
-       Claro que sí. Seguro que te gustarán. Hay tanto que ver en la ciudad- insistí, cuando comenzó a reírse con ganas, atragantándose un poco con la rosquilla- Oh, Yunnie. ¿Me estabas tomando el pelo, no es así?

-       Lo siento. Me lo has puesto demasiado fácil- se disculpó, tosiendo un poco, intentando ahogar su risa con poco éxito. Le di un golpe en la espalda con fingido enojo.

-       Y yo aquí, divagando de las bondades de la vida citadina. Qué malvado eres... ¿En qué estabas pensando, pervertido?

No pude evitar reírme a su lado mientras regresábamos al local. Me entregó la bolsa con la comida de Junsu y Yoochun. Poco antes de traspasar la puerta, puse una mano en su brazo para detenerle. Me miró a los ojos con profundidad.

-       Oye, siento de verdad lo de antes. Y más después de que evitaste que terminara como un felpudo en el suelo del local. Gracias por eso- sonreí en disculpa a mi propia idiotez.

Yunho me miró con gesto serio y preocupado. Alzó un dedo y me acomodó un mechón sobre la frente. Su toque envió una onda de calor por todo mi cuerpo.

-       Espero que ahora nos hallamos comprendido- Asentí, incapaz de hablar- Bien. No me importa ayudar cuando hace falta, pero no es bueno que descuides tu salud. Eso es lo más importante.

Volví a asentir, viéndole entrar, mientras yo me quedaba allí un instante, saboreando el fantasma de su toque. Para variar, Heechul estaba de un humor de perros. Oí su voz protestando por nuestra tardanza y el silencio elocuente de Yunnie, mientras subía por las escaleras para dejar mi pedido. A pesar de no oír ruidos en la oficina, preferí dejar la bolsa en el suelo y dar un toque leve en la puerta, antes de escapar a toda prisa.

Cuando bajé, el cisne parecía algo más aplacado. Me senté a la barra y cogí el bocadillo que me tendió Yunnie. Después de haber comido algo, me sentía menos ansioso, así que pude saborearlo con ganas. Los tres comimos en silencio un rato, hasta que poco antes de acabar,
Heechul volvió al ataque.

-       No sé qué costumbres tienen en tu país, pero aquí es de muy mala educación hacer esperar a la gente por su comida- replicó sin mirarme. Yunho le dio una mirada enojada.

-       Lo siento, bizcochito. Por mi torpeza nos retrasamos. No volverá a pasar- aseguré, intentando aplacarle. Al parecer funcionó, porque solo hizo un Mohín con la boca, mientras tiraba el envoltorio y quitaba las migas de la barra. Tampoco corrigió su nuevo “apodo”. Eso me hizo sonreír- ¿Podemos traer mañana rosquillas para todos, Yunnie?

-       Bueno, podemos preguntar a Junsu. Tampoco cuestan tanto- dijo sopesado la idea. Heechul soltó una risita entrecortada.

-       ¿Yunnie?- dijo con burla. Éste le miró a la cara.

-       ¿Sí, Algún problema? - dijo totalmente serio. Heechul se rió entre dientes pero no dijo nada.

Miré a Yunho, consciente por primera vez de la forma en la que había estado llamándole. Me parecía tan natural que no me había percatado. Puede que haya visto la culpa en mis ojos, porque me sonrió tranquilizador. En ese Momento bajó Junsu y Heechul no perdió tiempo de correr a su lado, supuse que para ponerle al tanto de nuestra tardanza y otros sabrosos detalles. Me volví hacia Yunho.

-       Lo siento. Si no quieres...

-       Me gusta. Y si no me llamas así, no responderé- fue todo lo que dijo. Mi corazón vibró con alegría. Junsu sonreía y le dio una palmadita condescendiente en el hombro a Heechul, como quien calma a un cachorro, antes de guiñarnos un ojo mientras pasaba a nuestro lado en dirección a las puertas.

-       Junsu ya lo sabe todo. No podéis negarlo- dijo Heechul regresando a la barra, apuntando un dedo acusador en nuestra dirección- Os habéis quedado a comer rosquillas a hurtadillas- Eso me hizo reír.

-       Qué malvado eres bizcochito. Descubrir así nuestro oscuro secreto, y además en ¡verso!- Yunnie se río también a mi lado.

-       Míralos, ahora están compinchados en mi contra... Junsu- se quejó. Éste se acercó, sonriendo ampliamente.

-       Y serán castigados por no compartir su botín. Pero no les culpo, las rosquillas del Sanders son las mejores de por este lado.

-       Traeremos mañana para todos- aseguró Yunnie. Junsu asintió con una sonrisa. Heechul hizo un Mohín de niño encaprichado.

-       Me vais a hacer engordar- protestó- Y nadie quiere a los gordos...

-       Nosotros siempre te querremos- dijo Junsu con el tono conciliador de un padre. Me admiró la paciencia y el cariño con los que sabía tratar a toda su gente. Respeto para Yunnie, afecto para Heechul, y para mí una oportunidad. Estaba seguro de que en ningún lugar me la habrían ofrecido como él lo había hecho.

-       Además, los bizcochitos nunca engordan. Solo se vuelven más dulces- dije yo, queriendo participar en la charla. Heechul se sonrojó, no sabía si por mis palabras o la carcajada suave que soltó Junsu. Éste le pasó una mano por el pelo, tironeando suavemente de un rojo mechón.

-       Tiene razón. Siempre serás nuestro dulce bizcocho- le guiñó el ojo antes de soltarle. Miró el reloj sobre la barra- Bueno chicos, hora de comenzar. Ya sabéis donde estamos. Os lo encargo mucho- ambos asintieron al unísono, y yo estuve a punto de responder también.

Cuando se marchó, Yunnie  se acercó a mí.

-       ¿No vas a cambiarte?

-       Se me había olvidado- admití, dándome una mirada en el reflejo de una ventana- Creo que no, tampoco es que parezca un refugiado, ¿verdad?- me sonrió divertido, negando con la cabeza- ¿Entonces está bien para mí, Puedo dejar la Mochila en el armario?

-       Sí, no hay problema.

-       ¿Qué? ¿Te quedas hasta el cierre?- preguntó Heechul desde la barra. Asentí en silencio-¿Y vestido así? Hoy es viernes, niño. Si no te arreglas un poco no vas a pillar nada hoy, más que un susto al mirarte al espejo- Noté que lo había dicho en tono ligero, casi amigable.

Volví los ojos hacia Yunnie, quien me dio una sonrisa.

-       Quédate con lo que te sientas más cómodo.

-       Puff, así no va a dejar de ser virgen en la vida- masculló el cisne. Yunnie le lanzó una mirada enfadada, pero volvió los ojos a mí.

-       Haz lo que quieras, Jaejoong. No le hagas caso.

-       Quiero estar pegado a ti toda la noche y alejar a los que se atrevan a lanzarte proposiciones Y que solo quieras estar conmigo. Nadie más, solos tú y yo- pensé, deseé poder decirle, pero solo pude asentir en silencio. Si Yunnie supiera lo que quería en ese Momento, ¿Qué habría pensado de mí? Me daba miedo imaginarlo.

Finalmente, el tiempo corrió implacable, y la marea de cuerpos volvió a inundar la pista. Había charlado un rato con Donghae cuando llegó, pero ahora estaba solo en la barra, aburrido de muerte. Yunnie estaba afuera y la gente no dejaba de entrar. No quería salir y Molestarle. Heechul me ignoraba, lanzando sonrisas a diestra y siniestra, donde su radar captaba deslumbrantes especímenes de belleza masculina entre la nutrida concurrencia.

Admiré su refinado olfato, pero no lo envidié. La vida me había enseñado que no todo era apariencia; podría entrar por la vista, pero lo realmente importante se estudiaba con otras partes, como el cerebro y el corazón. Aunque muy pocos lo aceptasen y menos aún lo practicaran.

Un par de tipos me habían echado miradas mientras bebían en la barra, más con curiosidad que con interés y acabé preguntándome que haría si alguno se acercaba a mí; estaba claro que los rechazaría si me proponían algo indecente, pero dudaba mucho que alguno me encontrara lo suficientemente atractivo como para hacerlo.

Eso me produjo sentimientos encontrados. Como buen japonés, la música se metía en mi sangre y me invitaba a bailar, pero antes muerto que bailando solo en la pista, a la vista de tantos ojos extraños. Por fin, tras un largo rato de espera llegó el descanso de Heechul y Yunnie regresó a la barra. De inmediato, mi aburrimiento se esfumó.

-       ¿Quieres otra bebida? - me ofreció en una voz alta y grave, para hacerse oír entre el ruido y la música.

-       Sí, gracias- le grité a mi vez.

Cuando rellenó mi vaso con el refresco, me dio una sonrisa cálida que despertó todas las urgencias en mi cuerpo. Si yo no fuera quien era y no estuviésemos en su trabajo, le habría invitado a bailar.

Lo más seguro es que se hubiera negado, pero me habría gustado tener al menos la posibilidad de intentarlo. Tan limitado como estaba me parecía frustrante. Lo miré mientras servía a otros clientes, alguno de ellos repasándole con mirada interesada. ¿Cuál sería el tipo de hombre que le atraía a Yunho?

¿Alguien fuerte?, ¿alguien delicado? ¿alguien inteligente? Miré a los que se lo comían con la mirada, estudiándolos. Un par de fuertes y masculinos, otro de sexy femineidad. Se Movían con
soltura por su coto de caza, reconociendo a su presa y tendiendo sus trampas.

Sabían cuáles eran los Movimientos del baile más primitivo y avanzaban sin dudar, seguros de conseguir el éxito. Yunnie era para ellos el trofeo mayor, una pieza que llevar a sus dominios para ser colocada en el muro de triunfos tras ser devorada. No pensé que eso fuera lo que Yunho estaba buscando, pero no podía estar del todo seguro. Dudaba que entre todas las atenciones que recibía, no hubiera al menos alguien que pasara las barreras de sus defensas y por una noche lograra capturarle.

Mientras lo pensaba y observaba a mis rivales, sopesaba mis posibilidades. Escasas, por no decir nulas, ya que yo no conocía el terreno de juego ni los pasos de la danza. Y estaba muy por debajo de los estándares físicos que requería el plano de la conquista masculina. Solo tenía mis palabras y mi poder de observación. Si quería alguna oportunidad, tendría que aprender rápido, adaptarme o Morir. Eso lo había comprendido desde que puse un pie en el mundo, fuera del nido donde siempre había estado protegido; el mundo no es amable con aquellos que se muestran débiles y perdidos.

Siempre hay que aparentar más fuerza y seguridad de la que realmente se tiene. Al menos con aquellos que no te conocen, ni te inspiran confianza. Suspiré resignado. Si mis padres me viesen ahora tal vez se extrañarían, buscando al chico de sonrisa sincera, lleno de sueños que conocían, para encontrar a un hombre que había vendido sus esperanzas por un sitio en el mundo, y se había olvidado de sonreír. Quizás estaba exagerando, pero en ese Momento era como me sentía.

Mo volvió la vista y me sonrió suavemente, por entre la penumbra de mis pensamientos. De inmediato me sentí mejor. Era un cobarde en muchas cosas, pero por amor sabía que era capaz de todo. Si aprendía por fin los pasos de la danza ¿Bailaría Yunnie conmigo? Esperaba que al menos me diese la oportunidad.

Cuando se marchó a la puerta y Heechul regresó, me escabullí a la parte trasera del local. Aún quedaban muchas horas por delante y quería descansar un poco del ruido y la música que estaba llevándome al límite. No creí que nadie más pudiese entrar allí y no deseaba salir al exterior, porque sabía que Yunnie estaría ocupado. Recorrí la estancia, donde el sonido apenas
se oía, amortiguado por la gruesa puerta cerrada.
De inmediato mis ojos tocaron la chaqueta de Yunnie colgada en el muro. Miré hacia atrás por instinto y me acerqué con cautela. No era el sujeto real, pero al menos podía fantasear un poco con algo que le pertenecía. Si tenía cuidado, nadie lo sabría jamás. Volví a mirar otra vez por si acaso, antes de deslizar la mano por el suave cuero oscuro, acariciando la espalda y los hombros de la gruesa chaqueta, bajando por los brazos, y deslizando las manos por los costados para abrazarla aún colgada del muro, contra mi cuerpo frío y necesitado de calor. Su olor a piel, almizcle y Yunnie me llenó los sentidos. Miré por sobre el hombro antes de descolgarla y llevarla cerca de mí, hundiendo la nariz en el cuello y bajando un poco por el interior, para percibir la esencia de su rico perfume masculino. Dejé un par de besos breves allí y luego de un último abrazo contra mi cuerpo, volví a colocarla en su lugar, alejándome sin mirarla.

Nadie nunca lo sabría, ni de mi loca hambre ni del estruendo que hacían los latidos de mi corazón. Necesitado de sentarme un Momento, noté unas cajas desarmadas colocadas contra la pared y las estiré con cuidado en el suelo. Me acomodé allí, apoyando la espalda contra el muro, mientras mi corazón estremecido de tantos sentimientos intentaba recuperarse. La conciencia cerró los vínculos que me ligaban al mundo, para lograr apaciguar mis torturadas emociones, y la calma y el silencio que me rodeaban penetraron en mi interior.